En X como en las calles de ciertas ciudades de América Latina y Estados Unidos, el estandarte de la "defensa de la vida" se usa con ligereza cuando se le acompaña de ideas religiosas. Se manifiestan anónimamente en los post, con sarcasmo e ironía, en pancartas contra el aborto y la eutanasia, en discursos encendidos desde púlpitos y tribunas, en políticos que prometen la restauración de valores tradicionales. Pero bajo la superficie de este fervor “provida”, se esconde una contradicción tan evidente como incómoda: la vida que se defiende no es universal, sino selectiva. El respeto por la existencia se reduce a un recurso político, moldeado según conveniencia ideológica y religiosa.
La paradoja de la pena de muerte y el castigo divino
En los estados más religiosos de Estados Unidos, por ejemplo, aquellos donde las iglesias evangélicas y católicas dictan gran parte del debate moral, la pena de muerte sigue siendo un castigo vigente y socialmente aceptado. Texas, Florida y Alabama, encabezan las listas de ejecuciones en un país donde los políticos provida se presentan como los más fervientes defensores de la pena capital. Este es el caso de gobernadores como Greg Abbott, un católico conservador que ha firmado múltiples órdenes de ejecución mientras promueve restricciones al aborto con la promesa de proteger a los "más indefensos". El mensaje es claro: la vida se protege en el vientre materno, pero se desecha cuando se trata de criminales, sin importar los errores del sistema judicial o la posibilidad de rehabilitación.![]() |
Greg Abbott ha autorizado la ejecución de más de 50 personas, lo que lo convierte en uno de los gobernadores con más ejecuciones en la historia reciente de EE. UU. |
En Filipinas, un país profundamente católico, la pena de muerte fue abolida en 2006. Sin embargo, durante el gobierno de Rodrigo Duterte, la retórica de la guerra contra las drogas se tradujo en ejecuciones extrajudiciales, con el respaldo tácito de sectores religiosos que, en otras circunstancias, se oponían al fin de la vida por métodos médicos. La fe y la ley conviven con la violencia sin que esto genere una crisis moral en quienes ven en la justicia divina una extensión de la justicia terrenal.
El encubrimiento de abusos: cuando la vida importa menos que la institución
El caso de la Iglesia católica es paradigmático. Mientras sus jerarcas predican la santidad de la vida y condenan el derecho de una mujer a decidir sobre su cuerpo, han encubierto sistemáticamente a sacerdotes pederastas alrededor del mundo. En Boston, el escándalo revelado por elBoston Globe en 2002 demostró que la arquidiócesis protegió a cientos de abusadores y silenció a sus víctimas. En América Latina,
el caso de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, expuso una red de corrupción eclesiástica que llegó hasta el Vaticano, donde durante décadas se ignoraron las acusaciones contra él. El mensaje implícito era que la moralidad cristiana se aplicaba según conveniencia: la vida de un niño víctima de abuso valía menos que la reputación de la Iglesia.
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Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, fue un depredador sexual que abusó de menores. La Iglesia lo protegió por años. |
Hipocresía en la salud pública: la muerte evitable
En África, donde la influencia de la Iglesia sigue siendo fuerte, la lucha contra el VIH/SIDA ha sido saboteada por líderes religiosos que prohíben el uso del condón bajo la doctrina de que la abstinencia es la única vía moralmente aceptable para evitar la enfermedad. Mientras tanto, en países como Polonia o El Salvador, la prohibición del aborto ha llevado a la muerte a mujeres con embarazos inviables, bajo el argumento de que cada vida es sagrada, aunque ello implique sacrificar a la madre.La guerra como cruzada moderna
El doble rasero de la defensa de la vida alcanza su máxima expresión en el apoyo de sectores cristianos conservadores a guerras y conflictos armados. Durante la invasión a Irak en 2003,
el televangelista Pat Robertson justificó la guerra como un mandato divino, argumentando que Estados Unidos tenía el deber moral de derrocar a un régimen impío. En América Latina, dictaduras militares como las de Chile, Argentina y Brasil contaron con el respaldo de líderes religiosos que veían en los golpes de Estado una oportunidad para restaurar el orden cristiano.
el televangelista Pat Robertson justificó la guerra como un mandato divino, argumentando que Estados Unidos tenía el deber moral de derrocar a un régimen impío. En América Latina, dictaduras militares como las de Chile, Argentina y Brasil contaron con el respaldo de líderes religiosos que veían en los golpes de Estado una oportunidad para restaurar el orden cristiano.
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