Redes como X, Facebook, etc. son un espacio para el intercambio de ideas, pero también en un campo de batalla ideológico donde el fanatismo religioso se manifiesta de forma cada vez más radical. Este podría ser el caso de "Josema" (así le llamaremos), una cuenta en X que, sin ser tan conocida, ejemplifica el radicalismo religioso. Su actividad se caracteriza por amenazar veladamente y también por el uso de cuentas secundarias diseñadas para acosar y amplificar su mensaje, y ejemplifica cómo el fanatismo se ha tecnificado. No se trata solo de expresar creencias; se trata de sofocar la crítica y establecer un monopolio discursivo.
Al mismo tiempo me he topado con un caso paralelo, donde hay un patrón similar: la proliferación de cuentas satélite cuyo propósito es desincentivar la crítica, inflar artificialmente la influencia de su cuenta principal e instaurar un ambiente de aparente consenso en temas tan inocentes como la historia del cristianismo. Sin embargo, no se trata de casos aislados. Abundan. Y esas estrategias tampoco son inocentes; no están ahí para buscar adeptos, buscan manipular la percepción pública y consolidar una narrativa donde cualquier opositor es percibido como un enemigo.
El fanatismo religioso en las redes sociales tiene consecuencias. En primer lugar, perpetúa un clima de miedo y autocensura, como sucede también con la política de gobiernos autoritarios y populistas. Cuando figuras como las mencionadas recurren a amenazas y acosadores digitales, los usuarios pueden sentirse desalentados a expresar opiniones contrarias, lo que empobrece el discurso público y limita la diversidad de pensamiento, pero además, muchos de ellos entienden que, en caso de tener éxito, pueden llegar a ser financiados.
La libertad de expresión es uno de los valores más preciados de cualquier sociedad que aspire a la convivencia pacífica y el progreso intelectual. Es el motor que permite que las ideas, incluso aquellas incómodas o divergentes, encuentren su espacio para ser escuchadas, analizadas y, en su caso, refutadas.Hoy les hablaré de Eduardo Verastegui!
— Analu Salazar (@Ana1uSalazar) May 12, 2024
Un Señoro que se junta con pederastas y con encubridores de pederastas.
Un Señoro que se burla de quienes hemos sufrido abuso sexual infantil a manos de sus amigos de la iglesia.
Quien está detrás de él?
Abro 🧵 🪡: pic.twitter.com/IAjyrpegXX
Quiero seguir creyendo que no deberíamos caer en el extremo de imponer reglamentos estrictos que limiten esta libertad. La censura rígida, más que proteger, asfixia el diálogo y priva a las sociedades de la riqueza de perspectivas que tanto necesitan para crecer.
En este contexto, hay dos herramientas que sobresalen por su poder: la razón y el humor. Pero, sobre todo, lo crucial es fomentar la unión entre aquellos que compartimos una visión similar, porque ellos, con su fe y su iglesia, creen poseer el poder y la impunidad que les otorgan esas creencias. Que nadie calle tu derecho a disentir; recuerda que no estás solo.
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